En el mundo empresarial abundan líderes que parecen más preocupados por cómo se ven que por lo que resuelven. Su habilidad no está en enfrentar la realidad, sino en maquillar cifras, acomodar discursos y presentar resultados que luzcan impecables. El problema es que detrás de esa fachada quedan insatisfacciones no atendidas, riesgos latentes y equipos cada vez más desconfiados.
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